ACTO I, ESCENA I
(La cubierta de un barco. Se oye una fuerte tormenta, truenos y relámpagos. Entran un capitán y un contramaestre.)
Cap: ¡Contramaestre!
Contr: Acá estoy, capitán. Cómo se encuentra…
Cap: (interrumpe) Hablá con los marineros. Apurate, hay que poner manos a la obra o vamos a encallar. (Sale corriendo)
(Entran marineros)
Contr: Ánimo, muchachos, a trabajar. Vamos a recoger la vela. ¡Atención al silbato del capitán! (Al viento) ¡Soplá, soplá si tenés fuerza!
(Entran Alonso, Sebastián, Antonio, Fernando, Gonzalo)
Alonso: Contramaestre, ¿dónde está el capitán? ¡Que sus hombres se pongan a actuar de una buena vez!
Contr: Les ruego, señores, que se mantengan abajo, está demasiado agitado como para pasearse por la cubierta.
Alonso: ¿Dónde está el capitán?
Cotr.: ¿Me escucha lo que le digo? Quedesé en su camarote, está estorbando nuestro trabajo; no hace más que ayudar a la tormenta.
Gonzalo: Con calma, hombre, tómelo con calma que está hablando con un rey.
Contr: Sí, lo voy a tomar con calma cuando se calme el mar. ¡Abajo todos! ¡No molesten más!
Sebastián: Bajamos, pero no te olvides a quién tenés a bordo.
Cotr: A nadie a quien no quiera más que a mí. (A Gonzalo) A usted, consejero, le pido que aconseje a sus señores y a su rey que se callen la boca; si no conseguimos un poco de paz en esta cubierta, nos vamos al fondo. Y si no los convence, dé las gracias por haber vivido y prepárese en su camarote para la desgracia que viene. (A los marineros) ¡Fuerza, arriba, vamos! (A Gonzalo y los otros) ¡Fuera de mi camino! (sale)
Gonzalo: (A Alonso, mientras salen) Le digo que no se preocupe, señor; éste no se va a ahogar, lo veo claramente en su rostro. Tiene el tipo perfecto para la horca. (Se queda sólo, hacia el cielo) Encargate, Fortuna bondadosa, de que lo ahorquen. Que la cuerda de su destino sea nuestra amarra. (Se sienta apartado, tranquilo pero sin abandonar la gravedad)
(Vuelve a entrar el contramaestre)
Contr: ¡Bajamos el mástil, rápido! ¡Vamos a probar…! (lo interrumpe un grito que llega desde adentro) ¡Son insoportables, hacen más ruido que la tormenta! (Vuelven a entrar Sebastián, Antonio y Gonzalo) ¿Qué hacen acá de nuevo? ¿Quieren que nos hundamos, nomás? ¿No les quedó claro lo que dije? ¡Abajo!
Sebastián: ¡Que se te pudra la garganta, borracho inútil!
Contr: Sin mi garganta no puedo trabajar, señor, con ella estoy evitando que se ahoguen ustedes.
Antonio: ¡Que te ahorquen, basura malparida! Vos tenés más miedo a ahogarte que nosotros.
Gonzalo: Les digo que éste no se va a ahogar, aunque el barco sea una desastre y haga más agua que una muchachita incontinente.
Contr.: (Indicaciones desesperadas) ¡Hacia afuera, hacia afuera! (Entran marineros mojados, sin ninguna esperanza)
Marineros: ¡Estamos perdidos, no hay forma! ¡A rezar, nos hundimos! (Algunos rezan, otros lloran)
Antonio: Así nos estafan la vida: un par de borrachos imbéciles. (Al contramaestre) ¡Que te ahogues diez veces, miserable!
Gonzalo: Insisto: a éste lo van a ahorcar, aunque cada gota del mar desée tragárselo.
(Rezos, sollozos, despedidas)
Antonio: Vamos todos a hundirnos con el rey.
Sebastián: Vamos despidámonos de él.
Gonzalo: Daría todo por un pedazo de tierra, un matorral, un espinillo; que se cumpla la voluntad de la Fortuna. (sale)